Libros de colorear, por qué son imprescindibles para la creatividad del niño.

Cuando se piensa en libros de colorear, a mucha gente le viene a la cabeza la imagen de algo un poco viejuno. Esos cuadernos con dibujitos para rellenar son algo que, la verdad, todos tenemos en mente. Pero la cosa va mucho más allá de entretener a un niño un rato.

Un estudio publicado por la American Journal of Public Health ya en 2010 destacó que el arte y las actividades creativas eran claves en el desarrollo de la salud pública, al mejorar la salud mental y la capacidad de resiliencia en los niños. Así que, ojo, que lo de pintar no es un juego sin más.

El colorear, con sus líneas y sus formas predefinidas, parece que puede limitar la imaginación. Sin embargo, en realidad lo que hace es dar una base segura, un punto de partida para que los peques empiecen a soltar la mano y el coco, algo que luego se traduce en una creatividad más estructurada y, al final, mucho más rica.

¿Y si el niño se sale de la raya?
Esto es algo que inquieta a muchos padres, la verdad, porque se piensa que el niño tiene que ser un perfeccionista. La verdad es que un niño que se sale de la línea no está «haciéndolo mal», simplemente está experimentando, y eso es lo importante.

Colorear enseña a los niños a tomar decisiones y a resolver problemas de una manera que ni se dan cuenta. La elección de qué colores usar, la presión que se le da al lápiz, la decisión de seguir o no el contorno, todo eso es un ejercicio de toma de decisiones que les viene de perlas.

De qué sirve un garabato para su futuro
Esto es algo que parece que no tiene ninguna relevancia, pero la tiene, y mucha. Es un poco como el entrenamiento de un deportista: los garabatos de hoy son las habilidades de mañana.

El simple acto de agarrar un lápiz o una cera, y controlar los movimientos para que el color no se vaya donde no toca, es un entrenamiento de la psicomotricidad fina brutal. Esta es la base para aprender a escribir, a dibujar con más precisión y, en general, a tener un mayor control sobre sus manos y sus dedos.

Un lienzo para la emoción
Muchos niños no saben expresar con palabras lo que sienten, y es ahí donde el arte entra en acción. El colorear puede ser un canal para sacar todo eso que llevan dentro y no saben cómo soltarlo.

Los colores pueden ser un lenguaje. Un niño que usa muchos colores vivos y alegres quizá está comunicando que está contento, mientras que si usa tonos más oscuros, puede ser una señal de que está un poco más tristón. Es una forma de comunicación no verbal que les ayuda a procesar sus emociones.

¿El colorear es un acto de rebeldía?
A ver, no se trata de que se pongan a protestar por la casa, pero sí que es verdad que el colorear les da un control que a veces no tienen. Es un espacio propio, un territorio que es solo suyo, donde pueden decidir qué pasa y qué no pasa.

Cuando un niño colorea, está en un proceso de concentración, en un estado que se asemeja al mindfulness. Esta capacidad para centrarse en una tarea, para estar en el aquí y ahora, es una habilidad que les servirá para toda la vida, tanto para los estudios como para gestionar el estrés.

El colorear no es solo rellenar espacios vacíos. Es una ventana abierta a la mente de un niño, un ejercicio para su cerebro, un gimnasio para sus manos y, a la larga, una forma de aprender a gestionar el mundo. Así que la próxima vez que veas a un niño con un libro de colorear, en lugar de pensar que solo está pintando un monigote, piensa que está construyendo su futuro, con cada trazo y cada color. Está cultivando las habilidades que necesitará para ser una persona creativa, resiliente y emocionalmente inteligente. Y eso, my friend, es un tesoro.